Las explotaciones agropecuarias encabezadas por mujeres se duplicaron en 16 años. Según datos del Censo Agropecuario 2018 realizado por el Indec, un 20% de los establecimientos es conducido por el género femenino, mientras que en 2002 el porcentaje era del 10%. Jujuy es la provincia con mayor porcentaje de mujeres liderando los predios.
«La Argentina tiene uno de los números más altos de mujeres conductoras de campos agropecuarios de América Latina», dijo a LA NACION el coordinador general del Censo, Agustín Londola.
De acuerdo a una publicación de 2016 de la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura ( FAO), la proporción de mujeres productoras se ha incrementado en más de 5 puntos en la última década en los países de América Latina y el Caribe, donde la proporción oscila entre un el 8% y el 30%. En este sentido, la Argentina se ubica cerca de liderar el ranking, por debajo de países como Chile, Panamá, Ecuador y Paraguay.
Para realizar el censo 2018 se relevaron solo las explotaciones que producen volcadas al mercado y no las destinadas al consumo familiar, y para la identificación de administradores de campos se tomó a las explotaciones pertenecientes a personas físicas, que representan el 48% del total de los predios y suman 211.928 fincas.
«No es que solo hay 20% de mujeres en el campo, sino que ese es el porcentaje que decide, pueden ser propietarias o arrendatarias. El campo históricamente es más masculino, por lo que los números resultan interesantes», añadió Londola. Para darle énfasis al punto, explicó que la presencia femenina como productoras, trabajadoras o familiares, en todas las explotaciones (jurídicas y físicas) es del 38%.
La provincia con mayor cantidad de mujeres es Jujuy, que de 8294 productores, tiene un 42% de presencia femenina en la conducción de las explotaciones, es decir 3456 mujeres. Le sigue Santiago del Estero, que de 14.492 explotaciones, 29% son mujeres.
De las 120 explotaciones de Tierra del Fuego, 33 son de mujeres (28%). Salta, por su parte, tiene un 27% de presencia femenina entre sus productores.
En contrapartida, la provincia con menor administración de mujeres es Córdoba, que de 15.861 establecimientos, solo el 14% son conducidos por mujeres. Chaco está anteúltima, donde de los territorios administrados por mujeres representan el 15%.
Si bien las cifras argentinas son superiores a otros países de la región, desde la FAO advierten que en Latinoamérica los predios de las mujeres son más pequeños y en tierras de menor calidad. Además, aseguran que es menor el acceso a crédito, a asistencia técnica y a capacitación y que siempre que se desempeñan como productoras realizan junto con este trabajo las tareas domésticas y de cuidados que, de acuerdo con la división sexual del trabajo prevaleciente, recaen mayoritariamente en las mujeres.
«La mujer rural está invisibilizada y vive una doble brecha de desigualdad e inequidad», aseguró Ana Echeverri, especialista en desarrollo y mujeres rurales del Instituto Interamericano de Cooperación para la Agricultura ( IICA) en la Argentina.
La experta explicó que, por un lado, existe la diferencia con los hombres en cuanto al acceso a los recursos productivos, el crédito y la titularidad, dado que tradicional y culturalmente la ruralidad está asociada a los productores masculinos.
A eso se suma la desigualdad en relación a las mujeres urbanas, dado que el movimiento de equidad de género no contempla a las mujeres rurales en su discusión. «Recién el año pasado la Argentina incorporó dentro de la discusión el tema del desarrollo rural y las mujeres», explicó.
Según FAO, solo el 8% de las mujeres que viven en zonas rurales del América Latina y el Caribe son consideradas productoras agropecuarias, que tienen acceso a alguno de los recursos productivos en referencia a la tierra, crédito o ingreso.
De acuerdo al libro «Luchadoras: Mujeres Rurales en el Mundo» publicado por IICA y Corteva, si las mujeres en zonas rurales tuvieran el mismo acceso a los recursos productivos que los hombres, el rendimiento de sus cosechas aumentaría entre 20 y 30%, lo que reduciría el hambre entre 12% y 17%.
«Porque las mujeres rurales producen la mitad del alimento mundial y, si tuvieran mejores ingresos y mayor acceso al crédito podrían implementar tecnología e innovación, tendrían un proceso productivo más rentable y habría un incremento notable en la productividad de alimentos», concluyó Echeverri.