Llega a su fin la cosecha de uno de los cultivos más importantes de la costa. Para los productores de la zona de Campo del Medio se cierra una campaña con buenos rindes, pero con grandes desfasajes financieros por la devaluación.
Se estima que en la provincia de Santa Fe cada año se destinan unas 1.300 hectáreas para el cultivo de la zanahoria, a cargo de unos 140 productores. Esta campaña, que ya está llegando a su fin, no escapa a la tendencia de los últimos años, aunque caracterizada por los matices de la macro economía y por limitantes internos que no terminan de resolverse.
Para Roberto Ludueña, productor de Campo del Medio, la historia con este cultivo se remonta a sus inicios como chacarero, bien desde abajo hasta hoy, en una empresa en la que participa toda su familia.
«Yo particularmente, empecé de peón, y ya llevo más de 20 años en la producción, ahora como socio con otro empresario de Buenos Aires, yendo siempre para adelante». A la hora de ampliar su emprendimiento, le cuenta a Campolitoral que hacen choclo, zapallito, lechugas (de distintas variedades), y sobre todo zanahoria. La producción arranca en enero y se frena recién para las fiestas, siendo más de 9 meses en el año que tienen producción para comercializar.
«En particular, en este ensayo tenemos 5 variedades de semillas (holandesas y francesas), que han dado un buen rinde, alcanzando los 70 mil kilos por hectárea. Anteriormente, a fines de junio veníamos mal por las lluvias, con un rinde muy bajo, que por suerte se ha mejorado un poco por esta genética. El mayor problema lo tenemos al tener todos los insumos dolarizados. La buena noticia es que ha mejorado un poco el precio y al mejorar el rinde mejorará el promedio productivo anual», admite.
Cuestión de mercado
La empresa de los Ludueña vende mayormente su producción a Buenos Aires, sobre todo a las zonas de Morón, Beccar, y a los dos Mercados de Rosario (Fisherton y Productores). «Hoy, la venta de un cubito (10 kg) está en $ 140 en el mercado mayorista», cuantifica.
Ellos decidieron ir por más, e implementaron un lavadero, requisito fundamental para poder aumentar el precio de su producto y generar empleo genuino en la zona. «Poder hacer el lavado permite emplear a 30 personas en temporada, aunque nos haría falta un poco de ayuda para poder facilitar algún crédito blando. No queremos subsidios, y esperemos que algún día los créditos puedan salir. De esa manera, podríamos adquirir herramientas para seguir avanzando. Y en vez de 30 podríamos generar 50 empleos directos en la zona. Y podríamos comprar maquinaria para el riego que garantice un rinde parejo», reclama.
En esa zona puntual, además, los productores vienen denunciando problemas con los costos de la Cooperativa que provee el servicio de luz. «Nos cobran la luz más cara que la EPE. Por suerte tengo luz de la EPE en la mitad de mi emprendimiento, pero el resto lo tengo que regar cono gasoil, y eso encarece el doble el trabajo», se lamenta.
Mano de obra. En Campo del Medio reclaman créditos pagables para ampliar el riego y contratar más personal.
Una apuesta de vida
En coincidencia con Ludueña, Mario Baumgartner explica que en Campo del Medio arrancan con una gran desventaja con sus pares de un poco más al sur. «Tenemos una gran diferencia con los productores de Santa Rosa, porque tenemos que regar nuestra producción con bombas a gasoil, lo que nos genera un 50 % más de costo».
Además, se lamenta por los problemas que les generó el exceso de lluvias. «Eso porque los canales de desagüe no trabajan bien (porque les falta mantenimiento), y está el hecho que las lluvias vienen más seguidas y muy grandes, y eso produce un mayor volumen de agua».
Pero Baumgartner coincide con su vecino Ludueña en que el gran problema de esta campaña fue la devaluación, que los descalzó con la compra de insumos a cosecha, los que duplicaron su valor mientras las zanahorias crecían bajo los arenosos suelos del departamento Garay.
«Los insumos dolarizados y el posterior cobro en pesos nos pegó, además del habitual juego de oferta y demanda, que este año nos muestra una superproducción, por lo que no hay gran valor en los mercados nuestra producción. Esa devaluación nos llevará hasta 7 meses de recuperar».
Y graficó el impacto que tiene la falta de financiamiento. «Cada campaña tenemos que arrancar analizando con cuánto contamos de capital para ver cuánto vas a sembrar. En esta zona de suelos arenosos con mucho lavado habitualmente requiere mucho abono (ya sea de gallina o químico), con aplicaciones que varían de acuerdo a las lluvias, y si llueven 100 mm o más, se lavan. Y el precio de los plantines (en el caso de la lechuga) también es un factor importante».
Consultado sobre el entusiasmo para seguir en el campo, evoca su juventud. «Cuando era joven mucho no me gustaba, pero por necesidad me fui metiendo, y quiero seguir trabajando en el campo. Hay que ser constante, laburar. El mes de enero no cosechamos hasta marzo, pero a partir de ahí tenés la vida ligada a esto. No hay domingos, hay que estar acompañando a la gente, y cuando llueve hay que estar cargando. Me gusta que haya muchachada joven que lo siga a uno, pero ese no es un tema fácil. Hay muchos hijos de productores que les gusta más estar atrás de un animal, porque esta actividad demanda estar todos los días encima».
El legado familiar
Para Fabián Ludueña, hijo de Roberto, no caben dudas sobre el camino a seguir. Esto es lo que le gusta, ya que junto a su padre y sus hermanos llevan adelante la empresa de forma cotidiana.
«Esto es lo que me gusta, y eso hace que lo haga con ganas. Arrancamos temprano con la luz del sol y terminamos a la noche. Casi no paramos, aunque diciembre termina la cosecha. A partir de ahí a preparar las tierra para la zanahoria. El 20 enero aproximadamente ya empezamos a sembrar el choclo, la zanahoria y la lechuga (que es lo que más hacemos) y terminamos para las fiestas más o menos».
Respecto de la campaña, sostiene que el balance de la zanahoria es el de una campaña promedio, «porque arrancamos mal por las lluvias pero ahora terminamos mejor. Y la decisión empresarial de apostar por un lavadero nos aporta la posibilidad de poder vender el producto al doble de valor».
Y afirma que trabajar en una empresa familiar tiene sus ventajas, «porque te da más seguridad y junto a mis hermanos trabajamos en equipo empujando todos para el mismo lado. A los varones nos gusta andar arriba de los tractores y manejando a la gente. Es un orgullo trabajar en el campo».
El agregado de valor pendiente
Según Mariano Soressi, responsable de la empresa Val Mar, la campaña a nivel mercados «no estuvo mal con respecto a los precios a los que se estuvo vendiendo al público». Sin embargo, reconoce que al productor «lo mató la suba del dólar».
Es que muchos deben las semillas (se paga a cosecha) y la cifra se les disparó al doble, inclusive cuando algunos ya vendieron la mercadería. «Ahora dependen de las verdulerías, y el consumo está muy parado».
Soressi explica que el mercado de la zanahoria se divide en dos etapas. De diciembre a julio se produce en Mar del Plata y desde julio en adelante Santa Fe (y ahora también Córdoba). Desde la costa santafesina venden pequeños productores directo al mercado, y los precios son menos defendidos que los mercados que no tiene zanahoria. Desde diciembre entre mercadería de Mendoza y Mar del Plata y se defiende mas el precio porque acá ya no hay, es oferta y demanda.
Cuando uno siembra (de febrero a marzo) se hace en plena lluvia y la cosecha también se realiza en plena etapa de lluvias. Este año, ese fue un factor desequilibrante en el inicio de la campaña. Una campaña regular, en la que a lo mejor se logró calidad de producto, pero no hubo rindes espectaculares en los campos».
A pura cosecha. Las nuevas variedades incorporadas recientemente respondieron con buenos rindes.
El camino circular
Cada día se descartan en Santa Fe unas 100 toneladas de zanahoria que no tendrán destino comercial. Esto se debe a que no cumplen con los requisitos de forma y tamaño impuestos por el mercado. Se las destina a alimento o simplemente se las tira en el campo, con las complicaciones que ello trae al medio ambiente.
Por eso, en 2014 empezó a materializarse el sueño de una planta piloto en la que se procesan toneladas diarias de descarte para su posterior agregado de valor. Se trata de una planta única en la región que permite convertir los desechos en subproductos de alto valor agregado, como alcohol etílico para utilización como biocombustible y aplicación en farmacéutica y perfumería; y carotenos con utilidad para la industria alimenticia.
La idea nació como un esfuerzo conjunto público privado entre la Universidad Nacional del Litoral, la empresa Val Mar Argentina y la Asociación para el Desarrollo del Departamento Garay, para dar respuesta a una demanda del sector productivo.
La construcción, montaje y puesta en marcha de la planta piloto en el área de empaque de la empresa Val Mar en Santa Rosa de Calchines, fue uno de los resultados de este proyecto integral. Gracias a los esfuerzos conjuntos, también se logró la construcción de un contenedor tecnológico de FIQ en Ciudad Universitaria en donde se realizan los diferentes análisis de laboratorio de las zanahorias de descarte, y se adquirió equipamiento para tal fin. Este desarrollo es susceptible de aplicarse a diversos tipos de descartes agroindustriales y su posterior tratamiento industrial para la obtención de bioproductos de múltiples aplicaciones.
A futuro
«Hemos podido reducir el descarte de un 40 a un 30%. Para eso se armó la planta de la UNL. Ahora estamos en tratativas con empresas para hacer la planta que soporte un mayor volumen de descarte. Se logró el objetivo de armar una planta piloto, pero falta que llegue una inversión mayor y en eso estamos, con la idea de producir fibras dietarias, betacarotenos y alcohol. Necesitamos hacer una planta definitiva en el departamento Garay, y ya hay dos empresas muy interesadas. Claro que se trata de una inversión de u$ s 3 millones, y en los lotes del departamento el tema infraestructura es precario. «Solucionamos la economía regional, damos mano de obra calificada y resolvemos un problema ambiental de las zanahorias pudriéndose en el campo. Sería la única planta de Sudamérica», anhela Soressi.
Fuente: Federico Aguer/Campolitoral