En una nueva jornada de capacitación a campo realizada en San Jerónimo Norte, un nutrido grupo de técnicos se capacitó con las técnicas de manejo más útiles para implementar una agricultura sostenible y productiva a la vez.
Es sabido que todos quienes terminamos los estudios universitarios, tuvimos que salir al mundo laboral con más dudas que certezas. Con el tiempo, el trabajo de campo, los contactos que se establecen, y la experiencia que se empieza a tejer, permiten encaminar el sendero del desarrollo profesional.
Con la idea de brindar herramientas de manejo agronómico adaptado a la realidad productiva y social de hoy, el Centro de Sanidad Sillón y Asociados concretó la séptima edición de este Seminario, que pretende ser un eslabón intermedio entre los claustros y el lote.
«Es un evento que tiene bastante representación a nivel regional, y que está tomando una magnitud importante y eso nos enorgullece», afirma el Ing. Agr. José Menegón, uno de los organizadores. «Es una idea original de Margarita sillón, que estamos haciendo crecer y desarrollando, tratando de brindarle a los asesores técnicos y productores de la región una etapa intermedia entre lo que es la salida del ciclo universitario y un curso de posgrado o una maestría», agrega.
Un saber para cada estación
«Lo hacemos acotado en los tiempos, intensificando a lo largo de todo el día estos aprendizajes que tenemos separado en estaciones, en donde vemos distintas dificultades o problemas a afrontar a la hora de manejar un cultivo; junto con posibles estrategias no sólo de reconocimiento, sino también de control y manejo integrado del cultivo», sostiene Menegón.
Para el agrónomo, el desafío es «redescubrir la agronomía». Y explica que la biología plantea desafíos cada vez más importantes. «Hay que empezar a ver no sólo el cultivo sino al mundo como un sistema, y todo lo relacionado con la parte de ser amigable con el medio ambiente, pero a la vez rentable en la productividad; y disminuyendo la presión de selección, porque los problemas que se están dando justamente son por los biotipos mutantes que se van generando, creando resistencias en todos los organismos. El desafío es integral entre la agronomía, la biología, la ecología y el ambiente».
Del aula al lote. La idea del Seminario implica que los técnicos se familiaricen con las principales patologías vegetales de la zona.
La semilla que prendió
«Empezamos con 40 participantes y hoy tenemos 140. Ya vamos por la séptima edición, en cultivos de verano y de invierno, las dos etapas en los que los técnicos requieren la capacitación», reconoce con orgullo la fitopatóloga Margarita Sillón. Y explica que los jóvenes profesionales necesitan un espacio para poder entrenarse y equivocarse sin presión, sino desde la equivocación propia. También para que estén actualizados, sobre todo con las novedades de las empresas que están tratando de largar al mercado nuevos productos, sobre todo de banda verde.
La especialista pone especial énfasis en esa relación personal con el otro «que es muy útil, para que participen desde otro ángulo que les brinde mayor seguridad».
A la hora de analizar la evolución de la agronomía, destaca cambios profundos. «Para mí que arranqué en el año 82 cambió mucho todo, el agrónomo salió mucho más al campo, crecieron mucho más los cultivos. Los desafíos hoy pasan por sostener un impacto ambiental muy bajo, buscando estrategias como la rotación; trabajar la tierra en muchos casos (eso se ve en las malezas); manejar los umbrales (para tal vez no hacer ninguna aplicación)».
El cambio en la mirada urbana
A su turno, el Ing. Agr. Miguel Lavilla (fitopatólogo bonaerense), contó que están trabajando dos corrientes de investigación. La primera, de la mano de un instituto del Japón en el cual realizan estudios sobre diferentes resistencias de las plantas a enfermedades. «Ya pudimos generar un cultivo resistente a roya de la soja, y ahora estamos buscando con ese cultivar generar reacciones de resistencia al tizón foliar». La segunda es en conjunto con la Universidad de Iowa (EE.UU.), en un análisis del fusarium y cómo afecta las raíces de la soja, en plántula o en estados más avanzados. «Debemos entender que el fungicida es una herramienta más», afirma en relación a la presión social y ambiental.
«Hoy es un tema más social que agronómico: antes éramos los técnicos que veníamos a alimentar al mundo, y ahora nos tildan de manipular agrotóxicos. Todo cambió, sobre todo el pensamiento holísitico de la gente. Las malezas nos plantean desafíos de todo tipo, para reducir al máximo la cantidad de terápicos a usar, y la menor cantidad de entradas del aplicador al lote», analizó.
Del aula al lote
Para el Ing. Agr. Norberto Peralta (docente cordobés), la idea es aplicar lo que los agrónomos aprendieron en la Facultad en el campo. «Uno quiere mostrar cosas nuevas, pero siempre sirve repasar conceptos importantes, sobre todo porque se siguen sumando profesionales jóvenes, que renuevan expectativas».
En este sentido, destacó que lo más interesante es la actitud que muestran los jóvenes que están ávidos por recibir información. «Cuando vino la soja RR se hacían miles de hectáreas con un solo agrónomo a cargo, y las capacitaciones fueron quedando de lado. Hoy que se ha complejizado un poco más, los jóvenes profesionales son un poco más activos a la hora de absorber el conocimiento. Antes la agricultura estaba muy chata y no nos preparaba para los problemas futuros, y uno siempre tiene que ir mirando qué puede llegar a pasar para tratar de ir encarando las soluciones, eso es ser proactivo. Hoy veo que ellos -tanto por el sistema como por iniciativa propia- son más proactivos», agregó.
Según Peralta, el mayor desafío es armar equipos interdisciplinarios. «Hoy se habla de agroecología, de agricultura de bajo impacto, de Manejo Integrado de Plagas; pero las bases son las mismas. Por eso debemos apuntar a reforzar las bases y cuestionarnos acerca de cómo aplicar las mejoras, porque siempre se está planteando no usar químicos porque sí, y en contraposición de eso está la idea que hay que producir. Por lo tanto: no podemos dejar de producir y no podemos dañar el ambiente».
La meta, según el agrónomo, es buscar un punto medio, donde no puede estar nadie fuera del sistema. «Ellos piden conocimiento aplicable, no tanto los saberes específicos, sino cuando van al campo el cómo, y no tanto el qué. Están pidiendo a gritos eso, sobre todo estos jóvenes que vienen con otros saberes tecnológicos. Quienes ejercemos la docencia a veces no valoramos esa irrupción tecnológica. Nosotros teníamos que ser memoricistas, hoy agarran el teléfono y buscan ese dato dentro del lote. Necesita que le digamos cómo usar ese dato, más el proceso que el insumo», analizó.
Fuente: Federico Aguer/Campolitoral