En la presente campaña, un productor duplicó su área sembrada gracias al riego con energía solar. La reducción de costos y la estabilidad alcanzada lo alientan a expandir la metodología a otros cultivos, incrementando la integración con la cadena avícola de la región.

Arturo Deymonnaz es un hombre de campo. Tercera generación de productores ganaderos, se crió entre vacas y corrales en la zona rural de Villa Elisa. Sin embargo, desde hace un par de años, también es agricultor. «Mis hijas me hicieron ver que la ecología no es una moda, y que también se puede producir sin generar problemas ambientales», sostuvo en diálogo con Campolitoral. Detrás de ese objetivo se largó a producir arroz, pero de una forma distinta.

«Esta idea surge luego de una charla con un docente y amigo profesor de la UTN, un hombre que le gusta desarrollar cosas nuevas. En el año 2018, me comentó sobre este desafío de producir arroz con energía fotovoltaica, pensando en derrumbar dos mitos: que se puede producir consumiendo menos agua, y que podemos producir alimentos sin contaminar el medio ambiente», insiste. «Es una ecuación económica y ecológica», agrega.

El abogado y productor puso manos a la obra y en su campo de Colonia Mabragaña (departamento Colón), ubicado entre Villa Elisa y San Salvador (cuna de la industria arrocera nacional), arrancó con la siembra de arroz regado por el sol.

«Habíamos visto que las arroceras pequeñas de colonos habían desaparecido en toda la zona, y la tendencia es a que sigan desapareciendo, por una falta de rentabilidad. Por eso nos largamos el año pasado con una pequeña superficie de casi 4 has a regar desde el arroyo Mármol con 24 paneles solares y una bomba de 4 caballos», evoca.

Según recuerda, «fue una experiencia hermosa, porque después de ese ensayo nos invitaron a la feria Pro Arroz en Concordia donde pudimos contar nuestra vivencia y seguir sumando voluntades a nuestro desarrollo. A partir de allí nos acompañó el INTA, y también una empresa que acercó las mangueras que distribuyen el agua por toda la arrocera con compuertas plásticas que optimizan la distribución del recurso y simplifican la operatoria, más que una taipa tradicional». Y enfatiza que eso posibilitó un manejo constante, pero sencillo. «A la arrocera la cuidé yo, porque no tengo aguador. Esta herramienta permite un mantenimiento sencillo. Me iba todas las siestas y lo abría», destaca.

Buenos rindes. Los paneles solares garantizaron el funcionamiento constante de las bombas de irrigación. Además, se aprovechó un recurso que se destaca en la provincia, como lo es el sol. El resultado, una cosecha segura.

Siempre para adelante

Luego del éxito alcanzado en la primer campaña a modo de ensayo, decidió duplicar la superficie. «Este año nos fuimos a 10 has, trabajando un poco más de tierra para encontrar el límite a los equipos y seguir probando y mejorando», dice. Pero cambiaron la fuente de agua, apostando a una perforación, para demostrar que el sistema es viable en cualquier lado, sin necesidad de un curso de agua importante.

«Regamos de un pozo profundo que construimos reciclando material que en las arroceras modernas ya no se está utilizando; perforamos a 45 metros, sacando 80 mil litros/hora. Es el mismo acuífero que el arroyo, aunque facilita el riego al estar en una loma, porque distribuye el agua por gravedad. Y permite hacer arroz donde no llegan las líneas de alta tensión», asegura. «Las mangueras tienen compuertas para distribuir mejor el agua».

También reconoce que Enersa les dio una ayuda invalorable a través de un subsidio para agrandar la superficie solar, con 10 paneles más. Ellos, por su parte adquirieron otra bomba dual de 25.000 litros hora, que día es solar y de noche es eléctrica pero con monofásica. «A la empresa le interesa la producción de energía, y como en la provincia de Entre Ríos tenemos una radiación solar única (según los especialistas), eso nos brinda ventajas comparativas enormes».

«Logramos entre 6 y 7 mil kilos de arroz por hectárea, de un arroz doble (variedad Yeruá), al que si bien le faltó un poco de manejo, fue por mi inexperiencia: es mi segundo año como arrocero», reconoce. Tal vez con un aguador podría haber mejorado, pero al tratarse de un ensayo, «vamos aprendiendo sobre la marcha», admite con sinceridad.

A cosecha, el margen bruto con un precio del arroz de $ 19 el kilo, superó los $ 100 mil por hectárea de facturación, «aunque si bien reducimos a cero el principal costo del cultivo (que es el riego), hay que descontar costos de arrendamiento, laboreo y cosecha, etc. Igualmente, contra una soja es súper rentable, aunque demanda algo más de trabajo», se sincera.

El impacto del COVID

«Estoy muy contento y conforme, una lástima la pandemia porque el año pasado tuvimos muchas visitas de productores y entidades, algo que este año obviamente no pudimos compartir. Pedirle tecnología al productor cuando no hay rentabilidad es complicado, pero esto es más rentable que el sistema tradicional, sobre todo para los pequeños productores. Actualmente, en esta zona se está trayendo arroz de Corrientes y Santa Fe, porque no hay oferta local. Pero si todos pudieran hacer 50 has de arroz habría mucho más trabajo para la gente y para poder usar maquinaria pequeña que está inactiva».

Demonnaz se ilusiona y quiere redoblar la apuesta para la campaña que viene. «En la próxima campaña vamos a hacer 12 hectáreas de arroz y 10 de maíz con riego por surco. Creo que aportar tecnología para producir más maíz en menor superficie es una demanda inagotable para el productor chico. La producción avícola de la zona te garantiza la colocación de la producción. El maíz está en pizarra y a uno le permite sacar algunas cuentas, apostar a futuro, algo que con el arroz no se puede hacer».

Y proyecta aprovechar el rastrojo del arroz para la ganadería, y después de un par de meses sacar las vacas, y volver a empezar. «Vamos a sembrar escalonado para poder aprovechar el único pozo de agua que tenemos, para estar disponible al maíz en floración sin afectar el agua que tenemos en la arrocera».

Riego inteligente. EL INTA sumó la capacitación y su conocimiento del manejo del agua. El áxito alcanzado los anima a sembrar maíz bajo esta modalidad.

 

Sistematizar la información

El Ing. Agr. Héctor Pirchi trabaja en INTA Concepción del Uruguay, y le cuenta a Campolitoral que a través de la fundación Pro arroz ayudaron a Deymonnaz con el manejo. «El proyecto arrancó el año pasado, cuando se consiguió el equipo con la empresa Meyco de San José. El productor adquirió los paneles y el primer año hizo una experiencia chica cerca del arroyo con 4 has, y nos contactamos para trabajar juntos. El equipo estaba sobrado del agua que sacaba, pero igualmente se apuntó a regar con un pozo, usando el mismo equipo en una perforación hecha a tal fin», recuerda.

Se usó el mismo equipo de bombeo (una Lorenz de 4 kwt alimentada exclusivamente por paneles solares) durante el día y después se decidió complementarla con otra bomba mixta, que funciona de día con el sol y de noche con electricidad, la que funciona con poca potencia y le entrega un plus de agua, para regar también de noche. Entre ambas se logró un caudal de 900 m3 de agua por día, regando unas 10 has por jornada. En días nublados las bombas siguen funcionando ya que están configuradas con más paneles, a menos que llueva.

«Para que el riego llegue a todos lados, desde INTA lo ayudamos a distribuir al agua dentro del lote con mangas plásticas. Se consiguieron a través de una donación de una empresa de Chajarí. Son mangas de 10 pulgadas de diámetro con compuertas (una por ha), que permite regar por sectores, sin pérdidas de agua en los canales», afirma. Se trata de una manga «ciega» que permite llegar al lote de forma instantánea, mejorando la eficiencia de la distribución y achicando las pérdidas por canal que suelen ser elevadas.

Para una zona netamente avícola, ya tienen la producción del grano colocada, con lo cual apuntan a expandir el modelo de riego solar a otros cultivos. Una alternativa sustentable y rentable para pequeños productores.

Manejo y planificación

Pirchi destaca que se trata de un campo natural que respondió muy bien al planteo agrícola, gracias a una buena fertilización, utilizando 350 kilos por hectárea de un fertilizante orgánico. Se trata de una cama de pollo modificada, aplicada al voleo con el cultivo ya nacido. «Aporta estabilidad al suelo y mejora sus condiciones, con un aporte parejo de fósforo, nitrogerno, azufre, y micronutrientes».

En cuanto al control de malezas fue tradicional (de forma química), y se comenzó el riego cuando la altura de las plantas lo permitió, hasta la cosecha. Siempre manejando un sistema llamado Control Parcial de Flujo de Agua (CPFA), desarrollado por INTA Concepción del Uruguay, basado en disminuir al mínimo el tiempo de la inundación, reduciendo las pérdidas al mínimo, con el campo saturado pero con mínima inundación. «Regamos con sensores en distintos sectores de lote que informan la cantidad de agua en cada uno. Se busca que los suelos tengan una lámina mínima de agua».

Finalmente, aclara que la variedad yeruá es del tipo comercial «doble carolina», que alcanzó buen rinde, sembrando hileras a 17.5, lo que permitió cerrar el surco antes, «y eso ayudó a la competencia con las malezas, logrando unas 300 plantas por metro cuadrado». A futuro, el especialista se contagia del productor. «Seguiremos acompañando en la próxima campaña con arroz y el maíz», adelanta.

FUENTE: Federico Aguer/Campolitoral

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