Estamos atravesando una crisis sanitaria global que genera otra de carácter económica- social aún de magnitud impredecible. En Argentina todo será igual o peor, por ello es imprescindible empezar a meditar cómo saldremos de esta crisis que ha profundizado nuestro fracaso económico social de las últimas décadas.

Entre otras cosas desde los 70 hemos pasado del 5% al 35% de pobres, creció el porcentaje de personas con desequilibrios nutricionales y el del hambre, también hemos perdido el podio latinoamericano en calidad de la educación, contamos con una industria poco competitiva que solo puede exportar algo a Brasil, con una logística e infraestructura ineficaz e insuficientes, de exportar pasamos a importar energía etc. Unas pocas actividades crecieron en exportaciones y mejoraron su competitividad como la agroindustria, las vinculadas al conocimiento y algunos servicios.

En estas décadas han gobernado todas las fuerzas y tendencias políticas y ninguna pudo resolver satisfactoriamente los requerimientos de nuestra sociedad, sin mejora en la productividad, en consecuencia, sin generar los recursos suficientes para satisfacerlas; como consecuencia de no lograr un modelo de desarrollo nacional exitoso.

La semana pasada hablamos de que estos y otros desajustes a escala global y nacional generaron obsolescencia institucional, pero lo positivo es que hay un buen ejemplo a imitar en cómo se trabajó frente a la pandemia del coronavirus. Reunir a expertos de diversos orígenes que dominan un tema y tomar decisiones políticas a partir de sus consejos parece ser coherente con la propuesta del presidente Fernández, cuando era candidato, de generar un modelo de Consejo Económico Social de característica similares y que debería tener el mayor consenso posible.

El día después de mañana

Seguramente desde diversos campos del conocimiento se pueden aportar otras ideas, me atrevo a proponer algunas a tratar en estas instancias, pero siempre en todos los casos deberían tener presente varias fuentes de heterogeneidades, todas importantes y que muchas veces pueden aparecer como contradictorias.

Desde la dimensión características del trabajo, frente a la gran desocupación y una parte importante de la población poco capacitada, tenemos un mundo donde el conocimiento de calidad genera automatización y requiere alta calificación laboral. El ayer y el futuro deben tener lugar en la generación actual de oportunidades, si solo vemos el pasado seguiremos fracasando en las próximas generaciones, pero si hoy solo vemos el futuro tendremos millones de desocupados dependiendo solo de la limosna oficial, algo insostenible desde lo humano político y económico.

En la dimensión tipo de actividad, está claro que los países desarrollados claramente generan muchos más puestos de trabajo en los servicios que la industria, que a partir de la automatización ya no genera trabajo masivo, al menos en el taller. Por ejemplo, la industria automotriz tiene más gente en las oficinas, el diseño o las concesionarias que en el taller. En Argentina ocurre los mismo, hoy hay en toda la cadena solo unas 96 mil personas ocupadas, la mayoría en concesionarias y oficinas, actividad que además genera un déficit de comercio exterior de magnitud mayor a las exportaciones de trigo o maíz, importa más trabajo que el que exporta. Mientras que cualquier cadena agroindustrial tiene mayor ocupación, por ejemplo, el conjunto de la cadena de las carnes emplea a más de 700 mil personas en todo el país, y no solo concentradas en unas pocas ciudades del país.

Los servicios, especialmente los ligados al conocimiento deben tener un marco de apoyo como el que había logrado la ley que los promueve y que reunió el apoyo casi unánime cuando se aprobó en el Congreso, y hoy lamentable e inexplicablemente está en suspenso. También el turismo cuando este pueda volver es una forma de exportar trabajo sin barcos, camiones ni web.

La otra dimensión es territorial, donde diferentes regiones productivas tienen diversas capacidades ecológicas, empresarias y de capacidades de sus habitantes. No habrá un desarrollo territorial equitativo sin promover espacios productivos que maximicen esos rasgos, donde en muchos solo la base bioeconómica es posible. Otra diversidad es que entre ellos los hay húmedos y dos tercios del país es árido y semiárido, donde el riego es imprescindible.

La demográfica es otra dimensión ya que es imprescindible no solo detener sino revertir las migraciones internas, hay que facilitar el crecimiento de ciudades de dimensiones medias instalando los servicios imprescindibles, donde a los históricos se suma la conectividad.

En todos los rincones de Argentina se desarrollan muy pocos sectores, seguro habrá bioeconomía de diversos grados, turismo e industrias culturales, sino pensamos integralmente en ellos no habrá ese equilibrio en el desarrollo Lo que propongamos debe permitir aumentar sustantivamente las exportaciones que equilibren sanamente la macroeconomía, como dijimos uno de los pocos sectores con la competitividad necesaria, la Vaca Viva como expresión de la Bioeconomía moderna sin duda lo es, para lo que habría que facilitar las inversiones que agreguen más valor. También está Vaca puede colaborar en generar trabajo desde masivo a muy especializado, desarrollar agroindustrias basadas en conocimiento, promover servicios sofisticados, retener o atraer población y que ello ocurra en todas las regiones del país.

Generar las condiciones para el logro de los consensos basados en ciencia, conocimiento y experiencia puede ser una ingenuidad, pero en mano de estadistas este puede ser el camino para revertir el deterioro. Es un desafío mayúsculo y complejo que nos convoca a todos donde el objetivo es el bien común. Sin dudas la magnitud de la crisis nos pone frente a una oportunidad fundacional, ojalá todos estemos a la altura de la situación.

FUENTE: Fernando Vilella/Clarín Rural 

 

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