La agricultura intensiva tuvo un crecimiento productivo vertiginoso, aunque como contracara tuvo un costo que hay que empezar a cuantificar y a pagar. En Esperanza, referentes de la temática analizaron los pasos a seguir para la producción de granos, carne y leche.
En el marco del festejo por los 75 años de la Sociedad Rural de Las Colonias, se realizó un evento de capacitación que convocó a los especialistas que permitan hacer un diagnóstico preciso de la situación.
El presidente de la entidad, Diego Alonso, manifestó que el evento se hizo para analizar la actualidad del recurso suelo, las estrategias agronómicas a seguir, y la elección de los biotipos de razas para carne y leche más adaptadas a lo que se viene.
«Quisimos poner sobre el tapete las técnicas para producir. A veces es penoso ver cómo los productores estamos pensando en otras cosas (como el dólar, las cuentas corrientes, etc.), y no ponemos el énfasis en lo productivo: la fertilización, la buena producción de los tambos, o la facturación del establecimiento, que es lo que nos da la vida. Por eso es muy importante. Hay que tener en cuenta la raza, el confort, ambiente y alimentación que le vamos a dar. Por eso es importante analizar los resultados de estas razas más rústicas al calor. No todos los campos pueden poner aspersores, galpones y sombras, por eso, incorporando esta razas podemos seguir produciendo de manera rentable».
Según Alonso, el mayor desafío productivo hoy pasa por mantener la facturación y la producción, siendo justos en los gastos. «Las subidas del dólar dispararon los costos y los precios se han mantenido. No derrochar agua, tiempo, hacer las mejores reservas de pasto para sacar las mejor cantidad y calidad de leche. De ahí la importancia del asesoramiento profesional».
Alerta amarillo
El edafólogo Miguel Pilatti remarcó que hay que hacer énfasis en lo que ocurre con nuestros suelos. «Si la tierra hablara diría: hagan algo por mí», disparó en el inicio de su disertación. Y lanzó un desafío: si la tierra pierde capacidad productiva hay que cuantificar el cambio en su valor.
«En los 80 no estábamos en capacidad de hacer esa cuantificación, pero ahora sí. Los mejores suelos perdieron entre el 30 y 50 % de su capacidad productiva y aumentó el riesgo de producir en más del 20 %», analizó.
En este sentido, destacó que Santa Fe tiene su Ley de Conservación y Manejo de Suelos (N° 10.552), la que fue actualizada en 1991, y que en agosto de 2018 fue aprobado el nuevo decreto reglamentario 2149/18, en cuyo artículo declara a todos los suelos de la Provincia sujetos al uso y manejo conservacionista. En el artículo 15 aclara que las «Áreas de Conservación y Manejo de Suelos se clasificarán según el carácter en: áreas de conservación y manejo voluntario y áreas de conservación y manejo obligatorio.
Además, Pilatti recordó que se creó el Observatorio Santafesino de Suelos, el que tiene como funciones determinar el tipo y nivel de degradación de los suelos en toda la provincia, mostrando su ubicación geográfica, además de recomendar establecer áreas de conservación obligatorias, donde tienen que hacer planes de manejo; y organizar el monitoreo de los suelos para observar la evolución de la degradación.
Ineficiencias
Por otro lado, destacó que las lluvias son un factor muy importante, con caudales variables e irregulares, con extremos de 450 y 1300 mm. Y destacó que las tormentas ahora son más intensas, con excesos y sequías más frecuentes. «Así va ha ser de ahora en más», advirtió.
En esta línea explicó que del 20 al 30% de ese agua no se usa productivamente. De allí que se debe apuntar a un desarrollo integral, que debe atender al uso múltiple del territorio: «producción agropecuaria, asentamientos urbanos e industriales, recreación y estética. Regulación del clima y ciclo del agua (inundación, sequía, erosión), depósito y reciclado de residuos, satisfacer las necesidades humanas, mantener la funcionalidad del ecosistema».
Pero el desarrollo integral y sostenible requiere una dimensión temporal: perdurabilidad de la capacidad productiva y del beneficio económico, en definitiva de la condiciones de trabajo. «Empleo y confort, inocuidad, mitigar excesos y deficiencias hídricas, recibir y reciclar nuestros desechos, de darnos una vista bella. En definitiva, que el campo sea un lugar para vivir, no solo para producir, y cada vez con mayor cantidad de gente».
El especialista asegura que nuestra provincia es naturalmente rica y diversa. Y que muchas veces se piensa que estamos en la Pampa Húmeda, pero «sólo una partecita es así; el resto es el espinal y la región chaqueña, aunque con una amplia diversidad de potencial productivo».
Pilatti desde 1980 viene haciendo un relevamiento sistemático, y por eso insiste que se ve en los mejores suelos santafesinos una degradación química y de Materia Orgánica (MO) muy importante. «Más de la mitad de los nutrientes se perdieron. Aún así, siguen siendo buenos suelos para producir. De hecho, tienen 20 veces más potasio,10 veces más fósforo, y buena cantidad de nitrógeno que el promedio global, pero ahora tenemos menos de la mitad de lo que tenían originalmente».
Autocrítica
En la parte final de su charla, el edafólogo recuerda que en los años 80 casi no se fertilizaba. «Hoy se fertiliza con Nitrógeno y con Fósforo, y se viene la fertilización con Potasio, Hay un tema que muchos no caen en la cuenta, y es que en nuestra zona llueven 1000 mm. anuales. Imaginen que en los mejores suelos de la zona se hace un sólo cultivo, que aprovecha 600 mm de esa lluvia (a lo sumo). Los otros 400 escurren, erosionan y corren al río, o pasan en profundidad directo a la napa freática».
Hacer un solo cultivo ocasiona que 200 mm vayan «en profundidad». Y cada 70 mm que pasan hacia abajo la napa sube un metro. «Calculen que en las zonas donde se hace un sólo cultivo, el agua va una napa que no para de subir. Actualmente está a 50 cm., cuando históricamente estaba a10 metros. Y ahí se le empieza a echar la culpa al clima, a la política etc. Si uno tiene una rotación con pasturas, extraen agua hasta los 2 metros, pero una alfalfa extrae hasta los 5 metros, y si hay árboles, mejor. Entonces, ordenar un territorio implica no hacer un monocultivo, hacer pasturas, hacer forestación. Ese es el territorio que tenemos que soñar, y no sólo con canales».
En el cierre, hizo alusión a un estudio de INTA que mostraba que hay más o menos un millón 500 mil has de suelos con poca aptitud agrícola pero con buena aptitud ganadera, aunque allí se está haciendo agricultura, avanzando sobre suelos que no tienen esa aptitud. «Uno ve molinos abandonados, taperas, no hay gente en el campo. Pero cuando hay animales sí hay gente. Si seguimos así, en pocos años más, unas 4 millones de hectáreas de esos suelos serán frágiles, no se podrá hacer más agricultura, es un desafío que tiene que enfrentar la sociedad».
La pata ganadera
A su turno, el Ing. Agr. Roberto Gagliardi disertó sobre «Ambientes y biotipo en la producción de carne». Sostuvo que la interacción genotipo-ambiente existe: «debemos conocer el real potencial genético de nuestros rodeos», disparó. «Estamos en el siglo XXI: hay que modernizar la visión de la mejora de la rentabilidad en la que la genética es una herramienta muy potente». Hizo referencia al uso de la información y la tecnología para la generación y procesamiento de datos. «La influencia de la genética se verifica a todos los niveles del sistema productivo, por eso los objetivos del trabajo en genética deben estar en consonancia con los objetivos de la empresa». Y cerró citando a Edgar Morín: «se ha descubierto el código genético, pero es sólo el alfabeto. La genética es mucho más, es un discurso, o mejor, un parlamento».
Nuevas razas. La cruza «San Arnoldo» para lechería y el «San Ignacio» para carne, le confieren alta resistencia al calor y la humedad, manteniendo los índices productivos.
Replanteos productivos
El integrante de la rural esperancina y miembro de AAPRESID José Alonso, cerró analizando con Campolitoral los desafíos que se vienen a partir de todo esto. «Debemos ver cómo estamos produciendo, el uso de la radiación, y qué genética adaptar a ese ambiente y a ese clima. Tenemos una gran demanda social en el cuidado del ambiente». A raíz de eso destacó que se unió al grupo de Agricultura Racional, «porque creemos que se puede hacer una agricultura distinta, potenciando el recurso suelo, mejorando la captura de carbono, y el trabajo nuestro como argentinos combatiendo el cambio climático».
Y apeló a que ese cambio permita un menor uso de fitosanitarios, rompiendo viejos paradigmas, como el del barbecho o como el de dejar «descansar» a los suelos, «cosas que fueron ideadas hace miles de años, pero que ahora se pusieron en jaque».
Alonso afirmó que la agricultura debe apuntar a capturar carbono, a reciclar nutrientes, a generar mayor cobertura verde, a transformar la energía solar, a una mayor captura de agua; eso contribuye a mejorarle el resultado de las empresas.
En consonancia con Pilatti, Alonso apuntó a que como productores y agrónomos valoricen estas cuestiones en los resultados de cultivo. «Me pone nervioso cuando presentamos los datos desde la producción lo trabajamos a nivel de márgenes brutos, que no contemplan todos los costos, ni los de reposición de nutrientes o degradación de recursos. Y si no lo hacemos nosotros como agrónomos, ¿porqué deberían hacerlo los otros?. Tenemos que mostrar cómo impactan los números».
Y opinó que el proyecto de la desgravación impositiva para la reposición de nutrientes, si bien perdió estado parlamentario, la diputada Lehmann la está retomando. «Tenemos que contribuir a potenciar el recurso suelo, construyendo desde las bases, poniéndole valor, para que la sociedad lo reconozca también».
FUENTE: Federico Aguer/
Campolitoral