Solidaridad. Según la Real Academia Española (RAE), ese término implica la adhesión circunstancial a la causa o a la empresa de otros, especialmente en situaciones comprometidas o difíciles. Eso es exactamente lo que están haciendo cientos de personas de distintos rubros y sectores ante la situación adversa que atraviesa el mundo por el coronaviurs. Los productores del campo han sido, hasta el momento, una pieza clave en la compra y adquisición de insumos para hospitales barriales, y con el correr de la cuarentena algunos se han sumado a la donación de productos alimenticios. En esta ocasión, un agricultor de la zona de Bragado desinfecta religiosamente todas las noches las calles y avenidas del pueblo con su propia pulverizadora.
Los martes, jueves y sábado, Ricardo Casarini destina cerca de dos horas para limpiar y desinfectar las calles y avenidas de su Bragado natal, con el pulverizador que, generalmente usa para las tareas del campo. Los lunes, miércoles, viernes y domingos pasa la hidrolavadora para desinfectar la vereda de los bancos, hospitales y lugares con más movimiento de personas que, aún con la cuarentena vigente, deben circular.
Casarini tiene 43 años y se dedica a la agricultura. En los campos de esa zona también trabaja prestando servicios de pulverización a terceros, trabajo que desempeña con un empleado. Desde la presencia del coronavirus en el país, solicitó a la Municipalidad de Bragado los permisos correspondientes para ayudar en las tareas de desinfección de las áreas urbanas y comunes que podrían ser foco de contagio.
«Pulverizamos a la noche. Cuando empezó todo esto miré videos en las redes sociales de otra gente que decidió hacerlo en otros pueblos y yo pensé: tengo una máquina y un tanque. Fui a la Municipalidad, les tiré la idea y al principio me dijeron que la máquina no», contó.
Las tareas de limpieza y desinfección las hace junto al personal municipal en horario nocturno y con el equipamiento de protección necesario para prevenir contagios. «Esto lo estoy haciendo con la debida habilitación. Los equipos de Defensa Civil van fumigando también conmigo y la Municipalidad nos suministra el material de higiene, pero el combustible lo pongo yo», cuenta.
Antes de poner el pulverizador a disposición del servicio comunitario, lavó y desinfectó adecuadamente los recipientes que normalmente se usan para agroquímicos en el campo. «Para la vereda usamos una bomba y cloro y para las calles usamos la máquina que me la habilitaron tiempo después de haber empezado», extiende.
Desde el 20 de marzo pasado está la cuarentena obligatoria y desde ese tiempo Casarini lleva ayudando religiosamente en los trabajos de higiene ambiental del pueblo. «Por fortuna el pueblo no es muy grande. Tiene las dos avenidas, el centro, dos calles que van hacia un hospital y otras dos por donde más circula la gente», dijo.
«Yo soy un tipo que está siempre a disposición. Si tengo la posibilidad de ayudar lo haré, en lo poco que pueda. Lo que pasa es que esto no tiene mucha difusión y hay gente que no sabe que lo hacemos porque tampoco salen de sus casas. Y como lo hago en la noche ni se enteran. Los dueños de las farmacias sí salen a agradecernos», afirmó.